Uno de nuestros blogs musicales de cabecera, Doom & Gloom from the Tomb, se encuentra en plena celebración de su maratón veraniego anual «Summer of Dead», en el que firmas de todas partes del mundo contribuyen textos acerca de los Grateful Dead y donde participan desde nombres conocidos como el guitarrista Chris Forsyth hasta deadheads anónimos.
El artículo de esta semana viene firmado por un servidor y está dedicado al concierto que la banda ofreció el 18 de julio de 1976, la última de seis noches consecutivas en el Orpheum Theatre de San Francisco. Tras tomarse un descanso a finales de 1974 que les alejaría de la carretera durante 20 meses, la residencia en el Orpheum marcó el regreso de los renovados Dead a su ciudad de origen. Con el batería Mickey Hart de vuelta en la fomación, el «nuevo» sonido de la banda, menos apabullante y más sutil, culminaría en 1977, que a día de hoy sigue siendo uno de los años más valorados de toda su carrera. Pero pese a estar permanentemente oscurecido por su célebre vecino, 1976 tiene unas características únicas que lo convierten en uno de mis períodos favoritos de los Grateful Dead en directo, y este concierto es un buen ejemplo de la sosegada energía y la imprevisible belleza que la banda era capaz de desarrollar sobre el escenario ese año. El segundo set, especialmente, muestra a todos los miembros de la banda en plena efervescencia creativa, con un Jerry García desatado que lidera a sus compañeros para tejer una kaleidoscópica red psicodélica que les lleva a través de clásicos como «Let it Grow», «Wharf Rat», «St. Stephen» o «Stella Blue». Un impresionante viaje de más de una hora y media de música sin interrupciones en el que los Grateful Dead despliegan su amplia paleta de magia improvisativa.
Podéis leer mi artículo y escuchar el concierto completo en streaming haciendo click en el siguiente link a Doom & Gloom from the Tomb: