¿Cuál es tu rollo?

¿Cuál es tu rollo? es un podcast musical que empieza a publicarse en enero de 2013. El programa recoge entrevistas con personajes relacionados con el mundo del rock and roll, principalmente músicos pero también programadores de salas, fotógrafos o propietarios de tiendas de discos. Su objetivo es divulgar la escena madrileña actual, aunque también recoge sonidos de conciertos en otras ciudades, tanto nacionales como internacionales, con la idea de compartir las palabras y el mensaje de los artistas.  Radio

Por el programa han pasado desde intérpretes internacionales como Paul Collins, Nick Royale o Handsome Dick Manitoba hasta bandas españolas, tanto clásicas (Sex Museum, Bummer) como actuales (Los Tiki Phantoms, The Bright).

A partir de ahora, podrás disfrutar de todos los podcasts de ¿Cuál es tu rollo? en Shakin’ Street.

Con esta cuña nos presentamos:

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The Grateful Dead, Dave’s Picks vol. 8

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A principios de este mes salió a la venta el octavo volumen de la serie cuatrimestral de lanzamientos de archivo de los Grateful Dead Dave’s Picks, que en esta ocasión recoge el concierto completo del 30 de noviembre de 1980 en el mítico Fox Theatre de Atlanta, Georgia, a lo largo de tres cd’s con una preciosa portada a cargo de Timothy Truman.

Personamente me considero un enamorado de la música de los Grateful Dead, rayando lo obsesivo en determinadas épocas, pero la década de los ochenta siempre ha sido el período de su carrera que menos me ha atraído. La marcha de Keith y Donna Godcheaux a principios de 1979 y su sustitución por Brent Mydland pone fin a la que para mí es la época clásica de la banda y marca un giro en su música que nunca terminó de convencerme. Las texturas del teclado de Mydland siempre me parecieron más artificiales, demasiado ancladas a su época, que el sonido acústico del piano de Keith, y opino que la calidez jazzística de los Dead de los setenta ha envejecido mucho mejor que el sonido más procesado de las guitarras y teclados que la banda exhibía en los ochenta.

Esta década fue un período extraño para los Grateful Dead: por un lado se trata de la época de mayor éxito para la banda. Es en los ochenta cuando el fenómeno deadhead realmente alcanza su cima y miles de personas a lo largo de Estados Unidos deciden vivir al margen de la sociedad, siguiendo a la banda a través del país concierto tras concierto en lo que Jerry García denominó “la última gran aventura americana.” La popularidad creciente de los Dead como única banda de la era psicodélica que se mantenía en activo con su esencia inalterada culminó en el éxito del single “Touch of Grey, que alcanzó el número uno de las listas de éxitos norteamericanas en el verano de 1987, proporcionando a la banda una nueva generación de fans y garantizando una popularidad aún mayor para los años venideros.

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The Del-Lords, La Boite (Madrid) 7/11/2013

The Del-Lords

The Del-Lords, banda formada en 1982 por Scott “Top Ten” Kempner, guitarrista de los Dictators, y abanderados de lo que en nuestro país se llamó nuevo rock americano, término sistemáticamente aplicado a cualquier grupo estadounidense que en los ochenta mostrara reminiscencias sónicas de las tres décadas anteriores, aglutinando desde las texturas más sesenteras del Paisley Underground californiano de bandas como Rain Parade o Long Ryders, hasta el jangle pop de R.E.M. o los Db’s y los sonidos más contundentes de bandas de la costa este como los Del Fuegos y Del-Lords, se reunieron el pasado 2010 tras 20 años de inactividad. Tres años después y ya sin el bajista Manny Caiati, centrado en la carrera como abogado que desarrolló tras el fin de la banda en 1990, el pasado mayo publicaron su primer disco en 23 años, el excelente Elvis Club, cuya gira de presentación les ha vuelto a traer a España.

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The Dictators NYC, parte 2

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Perder a un miembro original es un golpe duro para cualquier banda tan longeva como los Dictators. Inmediatamente, la ausencia de uno de los pilares del grupo suscita el debate entre sus seguidores de si es lícito que el resto siga adelante sin él. Más aún si el que falta es el compositor principal, el autor de todas las canciones que han hecho grande a la banda, el tipo que décadas atrás tuvo una visión que se concretó en más de treinta años de un grupo clave en la historia del rock and roll. Para mucha gente Andy Shernoff es los Dictators y, por tanto, los Dictators no son los Dictators sin Andy Shernoff. Del mismo modo que es difícil imaginar unos Who sin Pete Townshend o unos Creedence Clearwater Revival sin John Fogerty por mucho peso que tuvieran el resto de miembros de la banda, cuesta asimilar la idea de unos Dictators sin Andy Shernoff pese a que Handsome Dick Manitoba, Ross The Boss y J.P. Patterson sigan presentes.

En la puerta de El Sol Willy Vijande, bajista de la formación clásica de Ilegales y técnico de sonido de la sala, quien conoce bien al grupo que tiene que sonorizar esta noche ya que Andy Shernoff incluso llegó a producir un maxi de su banda Electric Playboys allá por 1997, nos comenta que le resulta increíble que los Dictators vengan a tocar sin el bajista de las eternas gafas de sol. Como él, muchos piensan que no es apropiado que la banda utilice este nombre sin estar presente el artífice de todo su repertorio, pero la experiencia ha demostrado la importancia que un nombre puede llegar a tener en el rock and roll, y mientras en esta gira la banda está colgando el cartel de “no hay entradas” allá por donde pasa (incluso han tenido que añadir una segunda fecha en Madrid antes de regresar a Nueva York ante la abrumadora demanda por parte del público), exactamente la misma formación se acercó a nuestro país hace poco más de un año con el nombre de Manitoba y apenas despertaron interés. El apellido NYC, por tanto, parece un precio pequeño a pagar comparado con las ventajas que supone recuperar el nombre The Dictators.

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The Dictators NYC, parte 1

CartelEs viernes, son las siete de la tarde y estamos a las puertas de la madrileña sala El Sol. Es de agradecer que haya escampado después de un par de días en los que el otoño ha anunciado su llegada a lo grande porque de momento aquí no hay nadie. Intentamos hacer la espera amena bromeando acerca de qué nombre vamos a utilizar para dirigirnos a nuestro interlocutor cuando éste finalmente aparezca pero los nervios son evidentes y hacen que los minutos pasen más lentos que de costumbre. No es para menos. Estamos citados para entrevistarnos con una banda cuyo nombre está escrito con letras de neón en la historia del rock and roll: The Dictators.

Tras unos diez minutos esperando vemos doblar la esquina de la calle Jardines a un personaje cuanto menos peculiar. Calzado con una bota en el pie izquierdo y una especie de chancla ortopédica que deja entrever un calcetín negro en el derecho, vistiendo pantalón de chándal, una camiseta de André The Giant y chupa de cuero, y coronado con un gorro de lana con las iniciales de la ciudad de Nueva York, este tipo emperillado y de andares chulescos con una imagen a medio camino entre un profesional de la lucha libre trasnochado y un gángster del Bronx no es la clase de persona a quien dan ganas de tomar el pelo. Avanza hacia nosotros y, tras presentarse como Richard, despejando así cualquier duda que pudiéramos tener acerca del nombre a emplear, nos pregunta que si hemos visto a su banda. Le contestamos que no y le decimos que somos periodistas y estamos aquí para hacerle una entrevista, que el técnico de sonido acaba de llegar y ha entrado por el portal del edificio para abrir la sala desde dentro, pero él insiste en el tema del grupo. Siempre le hacen lo mismo, dice; hace más de veinte minutos que han salido de su hotel en la calle Fuencarral y tenían que estar aquí para la prueba de sonido a las siete de la tarde. Él se ha retrasado, haciendo tiempo a propósito suponiendo que los demás iban a llegar tarde pero ni con esas ha conseguido no ser el primero. Le confirmamos que el técnico acaba de decirnos que la prueba es a las siete y media, no a las siete, y sus cejas dibujan una expresión de desconcuelo, como imaginando lo a gusto que hubiera pasado esa media hora extra en su habitación de hotel. Dándose media vuelta y empezando a desandar el camino que ha recorrido hace apenas un par de minutos, nuestro nuevo amigo sentencia:

—Me voy al Dunkin’ Donuts, vuelvo en un rato chavales.

Según gira hacia la calle Montera la reja de la sala se abre y el técnico de sonido emerge preguntándonos si los Dictators aún no han llegado.

—Sí. Richard acaba de estar aquí —le aseguramos.

—¿Y dónde está?

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